
DESPIERTA
Estoy en la cama, por la ventana un rayo de sol ardiente insiste en entrar a iluminar mi cara, aún dormida intento evadirlo, pero es imposible. Al principio actúo con rabia, peor luego agradezco al sol por no dejar que me pierda de tan bello día.
Entro al baño, me quito la pijama lentamente, haciendo tiempo no sé para qué. Estiro los brazos, juego con los pies y bostezo un poco. Me recuesto en la pared de frente a la ducha, la miro con desprecio ¡quisiera decirle tanto! Pasan lo minutos y aún no me atrevo a abrir la llave.
Me envuelvo en la toalla, salgo y aún sin bañarme pregunto a mamá en dónde se encuentran mis tenis ella, indignada, contesta: ‘en el mismo lugar de siempre’’, insisto, hago tiempo no sé para qué.
Entro n nuevamente y con un poco más de valor abro la llave y dejo caer el agua un rato, recuerdo que los servicios están caros y meto una mano, luego la otra y por fin el cuerpo entero.
En el momento realizo gestos desagradables, pero desaparecen al instante cuando observo cada gota deslizándose por mi piel. Me hacen sentir muy bien y se ve hasta bonito.
Luego echo el champú sobre mi cabello, masajeo suavemente y voy quedándome dormida, pero reacciono e intento agarrar esa bola resbaladiza que se cae con frecuencia y se empeña en sacarme la rabia ¡y sí que lo consigue! Pero al fin la atrapo y empiezo a deslizarla por todas las partes de mi cuerpo. Sale la espuma, intento jugar un poco: la tiro para arriba, la pego en el muro y realizo figuras que no duran demasiado, pues se escurren hasta desaparecer completamente.
De nuevo el agua sobre mi, ya no duele tanto, es agradable sentirla. Me pone activa y me anima a empezar el día.
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