Thursday, September 14, 2006

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

















Por: Jazmín A. Cartagena

“Dale señor el descanso eterno…
… y que brille para él la luz perpetua”

“Que descanse en paz…
…Amén”

Allí en un pueblito al suroeste de Antioquia entre valles y montañas hermosas, se escuchan varias campanadas que anuncian agónicamente la pérdida de un ser humano que no logró escapar de las trampas de la muerte, ¡que nos asusta! ¡nos persigue! y al fin ¡nos alcanza!.

“Hay sí querida don Emilio como estaba de aferrado a la vida”
“No, es que quién iba a creer que se iba a morir ¡como se veía de aliviado el viejito!”
“Oigan pero a la familia como que no se les dio nada”

Comenta la gente a las afueras de la iglesia, mientras el cura se dispone a realizar el ritual acostumbrado para el sepelio.
De nuevo (mientras varios hombres van saliendo con el ataúd al hombro) se repite constantemente ese corito: “Dale señor el descanso eterno…”

Entre rezos y cantos católicos ya acostumbrados en los pueblos, los hombres del ataúd caminan lentamente y resisten el peso de ese cuerpo que un día tuvo ilusiones y que siempre temió estar solo, pero que ya empezaba a resignarse a la soledad que trae consigo la misma muerte.
En forma de procesión muy parecida a la que se realiza en semana santa (¡¡no!! ¡!No!! parecida no, igual) mientras los hombres siguen cargando el cadáver y mostrándolo a todos los curiosos que se asoman por ventanas, balcones y azoteas, detrás los acompaña una multitud: conocidos, amigos y hasta enemigos
del difunto hacen parte de la caminata que los lleva lentamente al cementerio ¡sí! A ese lugar frío y depresivo al que no se está acostumbrado a ir.


¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! Que me traigan más gente, este es un embarazo complicado, va a nacer de 8 meses”
grita el médico del hospital general de Medellín.
“Doctor ayúdeme, mi bebé tiene que nacer” dice la paciente…

El médico preocupado, pero con intención de transmitir calma, trata de tranquilizar a la paciente que se hallaba en estado crítico.
“todo va a estar bien (mientras unas gotas de sudor excesivo se escurren por su frente, y su rostro colorado demuestran su preocupación)”.

Al fin logran estabilizar a esta mujer que no alcanza a tener los 26 años de edad.
A través de su piel blanca deja al descubierto todo su temor físico y toda su fuerza espiritual.


Gritos, enfermeras corriendo, aparatos extraños por doquier, sudor, lágrimas, ¡sangre! ¡Sangre! Sangre exagerada en la pancita de esta mujer era el aviso contundente de que había dado vida a un nuevo ser:

“¡sí! la tenemos
¡Es una niña!
¡Es una niña!
SOY YO

Mamá apenas puede sonreír

El médico decía que era una chiquitina preciosa, aunque yo no lo entendía mucho, pues minutos después me dio unas nalgadas que hicieron estallar mi llanto por primera vez (dice mamá que soy mimadita).
En mi mano derecha pusieron una cinta con el nombre de mamá y mi fecha de nacimiento: 10 de Junio de 1986.

Si las cuentas no me fallan (porque tiendo a ser despistada) creo que tengo 20 años, vividos de forma muy extraña, es que desde la escuela decían que era diferente ¡nunca entendí si eso era bueno o no!
Nunca me gustó jugar con niñas de mi edad, pues cuando ellas se deslumbraban con las barbies, yo no lo veía tan atractivo (además nunca me dieron una original), en cambio me parecía más honroso relacionarme con niñas grandes a las que por cierto no les caía muy bien, entonces desde siempre he preferido estar sola o por lo menos acostumbrada a no contar con mucha gente.
Desde que tengo memoria, siempre he sabido que la desconfianza es una de mis mayores cualidades ¡sí! Lo veo como una fortaleza de la que es necesario apropiarse mientras se aprende a vivir, siempre lo he sabido, pero lo debo aprender mejor.
Cuando nací, mamá se sintió feliz (por lo menos eso es lo que me cuentan) y mi hermanito se sintió el hombrecito más afortunado, pues así siempre lo demostró:

“¡Tan creidita la nena nunca se relaciona con nadie, no pues ni que fuera la más linda de la escuela!”
“Déjenla quieta o si tienen tantas pelotas ¿por qué no se meten conmigo?”
“¿qué pasó? ¿Juan por qué estás así de reventado? Te pusiste a pelear en la calle? Pregunta mamá”.

¡Sí! Efectivamente, esa tarde se dio de golpes con los niños de mi escuela. Antes no entendía el significado de eso, ahora lo sé: Quien más me ha amado es él.

Actualmente vivo con mamá, pues mi hermano ha empezado una nueva vida (por cierto nada agradable) ¡se casó! Claro que es una posición muy respetable para todos aquellos que ven en el matrimonio una forma de vida única. Por otro lado, papá vive con su esposa (no lo acepto, tampoco me opongo, sólo que ese debió ser el lugar de mi mamá), aunque no tengo la posibilidad de tenerlo sólo para mí en mi casa, él siempre se encuentra atento a todas mis necesidades. Nunca he querido parecerme a nadie, pues soy demasiado auténtica, (soy un poco modesta), pero la inteligencia y audacia de mi papá siempre me han deslumbrado: “En la vida uno no puede dormirse, hay que estar atento a las oportunidades, es que no triunfa el más fuerte sino el más inteligente”.
Por eso no tengo ídolos ni aficiones a otras personas (aunque algunas sean muy respetables) LO TENGO A ÉL, LO ADMIRO A ÉL, a pesar de la distancia LO AMO A ÉL, aunque he de confesar que tiene un defectito: es hincha de nacional ¡no sé cómo soporto su mal gusto!
Y ya que estoy hablando de fútbol, pues qué linda ocasión esta para hablar del MEDALLO ¡mi equipo del alma! ¡Sí! ¡Sí! Lo sé muy bien, a las mujeres no les gusta el fútbol, les falta capacidad mental para entenderlo, pero ¡no! A mi me gusta ese juego ingrato en el que casi siempre participan los hombres, además a diferencia de muchas chicas ¡lo entiendo muy bien!
Mi pasión por el azul y el rojo (DIM) nació de forma extraña, pues en la escuela a todos los niños les gustaba ese equipo verde por el que nunca me sentí atraída (siempre el destino me ha enseñado a amar lo que casi nadie ama), desde niña sabía que nacional tenía más títulos, pero no me interesaba pues mis ojos disfrutaban más del placer de ver ese azul y ese rojo que me parecía más bonito que todo lo demás. Pero no era fácil ser hincha de este equipo (nunca lo ha sido), pues me molestaban y hacían chistes de mal gusto que a veces me obligaban a pelear. ¡Estoy enferma¡ ¡estoy enferma! El poderoso es mi pasión y es una las cosas más grandes que tengo en mi vida.
¡Ah! Pero el amor por un equipo no surge de la nada, eso nace con uno y mi caso no es la excepción, el 10 de junio del 86 empezaba el mundial en México, donde participaron los mejores equipos del mundo, entonces debo deducir que de ahí viene la pasión, por cierto muy paradójica y extraña, un montón de hombres corriendo tras un balón ¡vaya! Pero sí que desata los mejores sentimientos que un ser humano puede llegar a percibir.

¿10 de Junio del 86? ¡ja! Pero qué puede haber pasado ese día, pensarán algunos, pero sucedió un acontecimiento hermoso, sublime e indescriptible
¡Nací yo! Un ser humano de apariencia desinteresada, pero que en su corazón esconde una nobleza extraña y fascinante la cual no se deja descubrir con facilidad. En los diarios de ese día, publicaron lo mismo de siempre:

“niña muere apuñalada por su padre”
“Locos escapan del hospital mental y matan a anciana”
“si tiene impotencia sexual utilice penixmax” bla bla bla y así un montón de acontecimientos muy parecidos a los de ahora, yo diría que iguales.

¡ah! Pero también nació kokoriko (creo que en el mismo hospital mío) hecho que no me alegra porque odio el pollo me pregunto si dicha empresa morirá el mismo día que yo. Ojalá que así sea, pues estaríamos librando a las próximas generaciones de comer ese horrible alimento constituido por manteca, huesos y cuero desagradable que se desprende poco a poco hasta quedar como un chicle de grasa (sé que fue desagradable la descripción).

… Mientras en la sala de maternidad mamá me sostenía en sus brazos y besaba mi frente con alegría total, en la televisión, empezaban a anunciar la visita del viejito ese de gorro que siempre vestía de blanco ¡umh! ¡Umh! ¡Sí, sí del papa Juan Pablo II! A mi mami le pasa desapercibido ¡nunca ha sido seguidora de creencias religiosas! Pero se pregunta: “¿por qué tanto alboroto? ¿Es que ese señor quién se cree? que porque sale en estampitas entonces ya es un ídolo, es que en Colombia si estamos locos”…
Por otro lado recibe una terrible noticia:
“María su papá murió hoy en la mañana y hoy mismo lo estamos enterrando, pues el estado del cuerpo no resiste más días sin darle sepultura”
avisa una chismosa del pueblo que sabe lo de mi nacimiento.
Este señor que acaba de morir es mi abuelo, mi querido y tierno abuelo (dicen que era querido y tierno, bueno, bueno aunque no me consta y que su más grande anhelo era conocerme). Mamá apenas puede reaccionar, sabe que es la muerte de su padre, pero está consciente de que en sus manos también tiene otro pedacito de eso que es la vida: “Alegría y tristeza”.
Es necesario que mueran unos para que nazcamos otros por eso he de decir que extraña y fascinantemente aparecí ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE.

… “dale señor el descanso eterno” siguen con el mismo corito (creo que el cura no sabía más) y allí en un hueco húmedo, que sólo alberga a un par de mosquitos revoloteando, empiezan a descargar esa caja morada y negra la cual contiene ese cuerpo frío y tenebroso del cual ya es dueña la misteriosa muerte, esa realidad absoluta de la que cuesta reponernos, que deja muchos vacíos, soledad y por la que todo, poco a poco empieza a convertirse en recuerdo.

JAXDIM
















“UN PARQUE DE TERTULIAS”

Por: Jazmín Cartagena

“¡No hermano qué escasez de trabajo!”
“¡Sí parce hay que vender estos chiclecitos haber si me hago el día!”
“¡Vea viejo, ese clásico lo va a ganar el DIM!”
“¡No guevón! Esas reformas de Uribe no me gustan”

Todas estas son las frases más comunes que se escuchan en un sitio particular del centro de la ciudad de Medellín ¡sí! en el famoso y viejo parque Berrío. Ese en el que la gorda nunca se ha cansado de estar ¡sí! siempre presente en las citas de los enamorados, en la angustia de aquella chica que el novio deja esperando, presente en la venta constante de los vendedores ambulantes, y ya resignada a estar desnuda, presta su cuerpo para que los más tranquilos y hasta los más cansados se recuesten y diario fiel testiga de todos los acontecimientos urbanos.
Pero no sólo la gorda del parque Berrío logra que este sea un sitio especial, pues debajo de la estación están ellos: los vendedores, los habitantes de la calle, los desempleados y muchos otros que no cabe mencionar, siempre atentos ante cualquier novedad. Toda una comunidad reunida que no tiene otro sitio a donde dirigirse. Para unos este es su segundo hogar para otros el único.
Unos hablan del desempleo de la ciudad, otros de la política del país, hay quienes se preocupan más por hacer tertulias deportivas ¡sí! que Medellín, que Nacional y hasta Envigado son la excusa para ocupar ese tiempo que les transcurre lentamente.

“Lotería, lotería, jugá la lotería, el que no la juega no la gana, tengo unos números muy bonitos, no lo piense dos veces, lotería, lotería”
gritan otros que tratan de obtener unos pesos para adquirir un tinto o un simple cigarrillo que aunque no es mucho los hace sentir felices.
Basta sentarse sólo un segundo a los alrededores para darse cuenta que todas estas personas con miles de historias por contar, no son sólo una comunidad, son más que simples amigos, son una inmensa familia que comparten conflictos muy comunes y particulares.

“Embolo, embolo todo tipo de zapatos. A la orden señor, vea que tiene esos pisos muy sucios. Hágale patrón que yo se los dejo como nuevos” anuncia agónicamente otro individuo que pretende llevar la comida a sus hijos.
Y es que se nota a leguas que la vida no es muy fácil por ahí, pues todos buscan a como de lugar “los centavitos” para comprar algo.

“¡Qué vieja tan boba, si viste pues como le quitamos el celular y ni cuenta se dio!”
Celebra un grupito de jóvenes vestidos extrañamente y que ven en la delincuencia común, la forma más atractiva de conseguir dinero.

En un rincón de las escaleras del metro, siempre está él: un anciano de unos 66 años de edad, de apariencia fría, casi moribunda, nariz larga y ojos saltones.
Sentado y con su sombrero reposando en su rodilla y su bastón en el piso, este hombre mastica y mastica sin parar (en verdad nunca está comiendo nada) y de forma pausada y quejumbrosa le cuenta a otro lo dura que es su mujer, que ya no lo quiere y que lo manda diariamente para el parque (aunque a veces él se oponga) y mientras habla, hace una fuerza rara y hasta increíble para no llorar:
“Uno se va volviendo viejo y ya estorba, por eso es que Tulia ya no me quiere, ni me lleva al médico, sólo espero ansiosamente a que me llegue el día” repite constantemente el anciano bastante conocido por los alrededores del parque.
Como esas hay muchas historias por contar: la del señor que vende los mangos, la del lotero de la zona, la de los jóvenes delincuentes, la de la ancianita que vende mazamorra, la de un artesano, la del niño que vende minutos a celular, la historia de los desempleados, de los viejos todas son anécdotas muy jocosas y humanas que convierten día a tras día al parque Berrío en un sitio muy particular en el que es necesario internarse para descubrir a un montón de habitantes que tienen siempre algo nuevo que contar.

Y entre política y discusiones contra la pobreza y el desempleo, toda esta familia del parque Berrío seguirá unida y presente para hablar de fútbol, de problemas sociales e intentando vender algo, sea un chicle o un tinto, hechos que seguirán vigentes en el centro de la cuidad para conservar la tradición de un pueblo antioqueño vivida desde el famoso parque Berrío.

“Señores y señoras me da mucha pena pedir su colaboración, pero es que tengo estas limitaciones físicas, alguien me puede ayudar”.

“Yo soy un calidoso para el fútbol, me voy a hacer treinta y una y ustedes me colaboran con lo que puedan”.

Y así entre historias y cuentos, la gorda seguirá siendo la más querida por todos y sin lugar a dudas seguirá dando albergue a todos aquellos que a diario se disponen a esperar y esperar y por supuesto que continuará presente y firme ante todos los acontecimientos de este sector paisa, que encierra hechos desconocidos para casi todos los habitantes de la ciudad.

“Si ve hermano, yo le dije que ganaba El Medallo”
“Nunca voy a volver a votar por nadie, la política es pura mierda
y nosotros seguimos igual”.