JAZMÍN A. CARTAGENA
“¡Huy monita! ¿Tenés platica en el bolsillo?
-Sí, sí, yo sí tengo plata”.
“supongo que también traés un celular ¿no?
-Sí, yo siempre cargo celular”.
“Vea zarquita usted no se siente bien, páseme esa bolsa pa’ca que yo se la llevo”.
El recuerdo de lo sucedido aquel 13 de octubre de 2006 aún nubla la mente de Adriana Arango, una mujer sencilla que vive en el barrio villaflora de la ciudad de Medellín.
Es una chica de tan sólo 22 años de edad que trabaja en un supermercado del barrio Laureles, sitio donde se desempeña arduamente para llevar la comida o hasta un lindo juguete a su hijo de 7 años que siempre la espera con ansia para abrazarla con sus manos sucias de tierra y repetirle constantemente: “mami, dame una moneda, yo compro un bombón”. “Juan David es la razón de ser de mi vida” dice Adriana mientras se le encharcan los ojos melancólicamente.
“Todos los días llego a la casa a las diez de la noche, salgo bastante cansada del trabajo, pero mientras voy en el autobús lo único que me anima es saber que me espera mi hijo con una sonrisa (y un poco de interés por saber qué llevo para él) y eso hace que no desfallezca, pero ni él ni yo nos imaginamos que un día casi no logro llegar a casa”.
AL CENTRO DE MEDELLÍN: HAY QUE ANDÁRSELO CON MUCHO CUIDADO
Eran las cinco de la tarde, el día se mostraba frío y hasta tenebroso, pero aún así este 13 de octubre parecía marchar con normalidad, las calles del centro no se veían diferentes a las de los demás días: vendedores ambulantes por doquier, almacenes abiertos y gente paseándose por todos los rincones de este sitio comercial.
“Generalmente son pequeñas organizaciones formadas por más de tres delincuentes encargados de seleccionar a la víctima para confundirla, drogarla, robarla, etc.
El centro de Medellín es uno de los sitios más peligrosos de la ciudad. Es necesario que la alcaldía implemente otras estrategias que garanticen la seguridad social”.
Asegura Martha Zapata, integrante de espacio público.Adriana Arango había pedido un permiso en su trabajo para salir un poco más temprano ya que tenía diligencias que realizar, se desplazaba tranquilamente por el famoso sector del “hueco” que es un sitio congestionado por los precios bajos que ofrece en los productos al mercado.
“Yo estoy muy acostumbrada a andar por estos sitios ya que a veces en el supermercado me mandan a visitar otros almacenes”.
Caminó por largos tiempos, pues aún no encontraba lo que buscaba, pero lo que esta chica desconocía era que desde minutos atrás la observaban y la seguían.
“Nunca he sido desconfiada, siempre he sido muy tranquila porque creía que en el centro no había que dar “visaje”, además nunca me había pasado nada”.
Después de recorrerse casi 10 almacenes y no quedar satisfecha con lo que veía, la joven continuó caminando lentamente:
“Estaba un poco cansada y como aburrida, entonces pensé que lo mejor era irme a casa, pero de pronto recordé que lo que me disponía comprar podía obtenerlo en el “exito de san Antonio”, entonces empecé a subir”.
OTRA TÉCNICA DE ATRACO EN EL CENTRO
Al llegar a la repostería “la viña” Adriana Arango vio de reojo como una mujer de unos 40 años de edad se le acercaba, pero no supuso ni sospechó gran cosa:
“Yo vi que venía detrás de mi, más no me alarmé demasiado porque ella no tenía fachas raras ni parecía con intenciones de nada”.
“Hay que tener cuidado cuando personas aparentemente inofensivas se acercan a usted en la calle con pretextos de caridad o fingiendo ser analfabetos para que lea una dirección, porque es una técnica para llevar a cabo un robo u otro acto delictivo”. Afirma Martín Zapata, vendedor artesanal del sector parque de san Antonio.
Mientras Adriana se disponía pasar la calle para llegar al “exito de San Antonio ¡plum! cambió el semáforo a rojo, y la mujer que venía detrás le dijo:
“Niña ¿usted me podría ayudar con esta dirección? a lo que Adriana respondió:
“No doña yo no tengo tiempo, voy de afán, cuando intentaba caminar, ella me cogía insistentemente de los brazos a la vez que repetía: ayudame, mirá que nadie me quiere decir donde queda esto, es que es una dirección para reclamar este premio de lotería que me gané”.
Los billetes de lotería: EXCUSA PARA EL ATRACO PERFECTO
Tan rápido como se pueda imaginar, Adriana empezó a sentirse mareada, como en la luna ya que la escopolamina es un fármaco que altera transitoriamente el funcionamiento cerebral en aproximadamente dos minutos y actuaba con una pasividad extraña a su manera de ser:
“Vea, yo no sé pero la agilidad de la mujer fue tanta que no me di cuenta en qué momento abrió el billete de lotería y sopló la escopolamina y jamás me llegué a imaginar que sus efectos fueran al instante.
Aún recuerdo como yo le entregaba mis “cositas” a esa vieja, mi voluntad era tal que nadie sospecharía que me estaban robando ¡estaba como aguevada!” Afirma Adriana mientras en sus ojos se observa la indignación.
Eran casi las siete de la noche y dice Adriana que ya no era sólo una mujer la que la acompañaba, después del robo apareció otra que se encargó de dejarla tirada en el “parque de San Antonio”
“La “descarada” me decía: “usted no se siente muy bien, por eso la voy a llevar por allí pa’ que se recueste y descanse, se me llevaron todo, lo único que se me salvó fue la billetera (ahí llevaba todos los papeles) ellas no me la quitaron porque sabían que decía la verdad cuando les repetía que ahí no tenía nada”.
SIN ESCRÚPULOS TAMBIÉN INTENTAN ROBARSE LA VIDA
En uno de los rincones más solitarios del parque se encontraba ella, sentada, con la vista nublada y la respiración muy acelerada, los efectos más peligrosos de la escopolamina empezaban a hacerse presentes.
“En el centro de la ciudad las personas no pueden distraerse y deben procurar no aceptar papeles, volantes, hojas ni demostraciones de productos
(Inhalación de perfumes) que se suelen vender en la calle o fuera de Centros Comerciales, pues estas son las formas favoritas de los delincuentes para suministrar escopolamina a las victimas”.
Asegura la Policía Nacional encargada del sector del parque de san Antonio.
“Empecé a perder el conocimiento en definitiva, no sabía en dónde estaba ni lo que me había pasado, sólo sé que Dios no me tenía para ese día porque de forma extraña aunque no recordaba nada, llegó a mi mente el número telefónico del trabajo de mi hermanita, era lo único que rondaba en mi cabeza.
Tenía 500 pesos en el bolsillo (no me los robaron) y me dirigí al teléfono más cercano y en ese transcurso un señor me vio y me dijo: “¿niña te pasa algo?” lo único que le respondí (porque sentía la lengua entumida y se me escurría la saliva por los lados de la boca) estoy muy mal, él me regaló tres mil pesos que para que me fuera para la casa, pero no pasaría mucho tiempo para que yo lograra mantenerme de pie”.
Ya sin conocimiento, con las partes de su boca casi inmóviles, su corazón latiendo casi a mil por hora y su pulso a punto de estallar, Adriana logró llamar al trabajo de Damaris Arango, pero la secretaria que contestaba no le entendía demasiado, creía que era una broma y colgaba, Adriana a punto de caer al suelo insistía, la mujer no lograba escuchar bien y colgaba simultáneamente. De repente cuando Adriana Arango perdía ya sus fuerzas internas (que era lo único que la sostenía) gritó con todas las fuerzas de su corazón:
“Damariiiiiiiiissssss, pasame a “Dama”
Al fin se comunica con su hermana la cual muy preocupada le pregunta: “¿Dónde estás? ¡Preguntá dónde estás! Adriana ya no lo sabía, pero Damaris en medio de la desesperación le repetía: “Quedate ahí, quedate ahí por favor”.
“De un momento a otro le grité: creo que es San Antonio, Dama yo no sé, yo no sé, vení por…”
“Se cortó la comunicación, a mi se me enfrió todo, no sabía lo que le había pasado a ella, pero cogí un taxi cerca del trabajo (yo no estaba tan lejos), busqué por el “éxito” pero no la encontraba, empecé a sentir un escalofrío intenso pero aún así me dirigí al “parque San Antonio” no la veía por ninguna parte”. Dice Damaris, hermana de Adriana Arango.
Hasta que en una cuneta, al lado de una hierba estaba Adriana, Damaris la vio, corrió hacia ella, la abrazaba frenéticamente con la felicidad más grande al saber que aún estaba viva, aunque si demoraba más en llevarla a un centro de atención médica lo lamentaría toda su vida.
“Después de la llamada a mi hermanita, no supe más nada, lo otro ella me lo contó” dice Adriana mientras mira a su hermana para que sea ella quien continúe con la historia.
“Yo le decía: Adri vos sos una guerrera, resistí por tu hijo por lo mucho que lo amás, pensá en Juan David. Ella cerraba sus ojos, yo trataba de impedirlo hablándole todo el tiempo, pero se me iba y el maldito taxi no aparecía, nadie me ayudaba tampoco y Adriana empezaba a convulsionar de manera exagerada, hasta que por fin llegó el carro, le dije que me llevara a la “soma” todos los semáforos estaban en rojo, el chofer se pasó algunos, pero no creí que Adri iba a resistir, pues su corazón estaba muy acelerado y la respiración ya era casi mínima”.
De forma milagrosa y porque como dijo Adriana Arango, tal vez “Dios no la necesitaba ese día” ella logró ser estabilizada por los médicos que le realizaron varios electrocardiogramas y confirmaron que si la paciente hubiera llegado un minuto más tarde, no se había podido hacer nada por ella ya que los efectos de la escopolamina son tan rápidos, fuertes y efectivos que aún no entienden de qué forma esta joven se resistió a morir.
SI SE DESCUIDA: LE DAMOS BURUNDANGA
Es así pues que no queda sino decir que en sectores tan peligrosos y urbanos como el centro de la ciudad de Medellín, es necesario andar prevenido y adoptar la desconfianza como uno de los hábitos más inteligentes de los que es obligatorio hacer uso.
Sustancias tan peligrosas como esta, son la más efectiva fórmula para realizar actos delictivos en los que no es necesario utilizar la fuerza física o las amenazas para llevar a cabo objetivos mal intencionados y peligrosos.
“Cuando se presentan acontecimientos como estos es muy importante informar a las autoridades, para que tengan conocimiento de los hechos y alerten a las personas para que transiten con cuidado por los distintos sectores del centro”. Dice Adriana Arango.“Uno no puede dormirse en estas partes donde hay tanta gente, yo andaba muy relajada porque me creía siempre dizque la más “viva” pero mire pues lo que me pasó. Es algo muy complicado, uno siempre había visto que esos acontecimientos le pasaban a otros, pero nunca se llega a pensar que le va a suceder a uno”. Afirma Adriana.
Adriana pasó casi una semana en la clínica soma de la ciudad de Medellín, ahora está en su casa incapacitada, pues aunque es consciente de todo ha quedado con secuelas físicas y psicológicas que le impedirán por mucho tiempo volver al trabajo aunque la desespera mucho el hecho de ver a su hijo reclamar un dulce a diario, el cual no podrá darle durante unos meses.
Según los médicos y el psicólogo, Adriana necesitará varios días de reposo pues su mente tiene muchos temores, ya que la escopolamina causa estragos en el cerebro y en dosis muy altas causa convulsiones, depresión severa, coma y aún la muerte.
Adriana llegará a la recuperación total de los sentidos, pero será un proceso lento y tardío.
“Es así de sencillo, en ese centro hay que estar cuatro ojos, atento ante lo que sucede, hay que desconfiar de toda la gente aunque a veces sea injusto, porque
AL QUE SE DESCUIDE: LE VAN DANDO BURUNDANGA” Pronuncia enfáticamente Damaris Arango, indignada por lo de su hermana.